repartiendo papeo

domingo, noviembre 19, 2006

Amicus fidelis

Amicus fidelis, protectio fortis;
qui autem invenit illum, invenit thesaurum.
Amico fideli nulla est comparatio...
Amicus fidelis, mendicamentum vitae
at immortalitatis (Ecles. 6,14-16)

Beatus qui invenit amicum verum (Ecles. 25,12)

O Jesu Amice personalis
O Jesu Amice inmortalis


Un amigo fiel es una protección potente
quien lo encuentra, encuentra un tesoro.
Un amigo fiel no tiene precio...
Un amigo fiel es un bálsamo de vida
y de inmortalidad (Ecles. 6, 14-16)

Afortunado aquél que ha encontrado un amigo verdadero (Ecles. 25,12)

O Jesús Amigo personal
O Jesús Amigo inmortal

domingo, noviembre 12, 2006

CÓMO NOS HACEMOS CRISTIANOS

"No queremos perder el tiempo y, sobre todo, necesitamos ser confortados, es decir, recibir esa fuerza que nace de los corazones unidos ("con-forto", es la fuerza que nace de los corazones que se unen) en estos tiempos tristes en los que todo se confunde, todo tiende a confundirse y parece esfumarse, "desvanecerse", en los que parece que ya no haya ninguna certeza.
(...) en un momento dado, Manfredini me agarró el brazo y me detuvo; no sé cómo, le miré a la cara y me dijo estas palabras textuales: "Pensar en que Dios se hizo hombre...¡es realmente algo de otro mundo!", sentí un escalofrío. Luego se me adelantó. El corazón de aquel compañero mío estaba colmado de emoción por el anuncio más grande que jamás haya resonado en este mundo.
(...) Antes de llegar a esto, todo se viene abajo; antes de esta orilla eterna e infinita, todo se derrumba, incluso el rostro de la persona amada se hunde, incluso lo que más poseemos se nos escapa de las manos.
(...) Un acontecimiento, un hombre que dice ser Dios ("Sin mi no podeis hacer nada"), yo soy Dios, yo soy el Misterio que hace todas las cosas, yo soy el sentido de tu aspiración a la felicidad, a la verdad, a la justicia, al amor.
(...) En una novela de un escritor que no llegó a creer, o que creía que no creía, que se llama Kafka, en un momento dado leemos: "El que no hemos visto nunca pero que esperamos con verdadera ansia, aunque razonablemente ha sido considerado inalcanzable, helo aquí, sentado".
(...) Jesús se vuelve hacia Simón, hijo de Juan, que está sentado a su lado. No le dice: "Simón, ¿vas a traicionarme otra vez? ¿Simón ¿te avergonzarás todavía de mí como aquella sierva de Pilatos?, Simón ¿seguirás con tus errores, haciendo de las tuyas?". No le dice nada de todo esto, nada. Lo mira y le dice: "Simón ¿me quieres?". "Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero". (...) No se puede medir, no se puede perder el tiempo en medir. Este es, pues el milagro: no tanto que el hombre logre realizar la correspondencia entro lo que hace y sus ideales, sino que reconozca y ame a un hombre concreto, histórico, en el que se da la correspondencia con lo divinos, la identidad con lo divino. Es el el milagro en el mundo: que un hombre ame a Cristo.
(...) Somos todo lo pecadores que queráis, pero mendigamos "Sí Señor, yo te quiero" (...) por muy pequeños que seamos, si creemos en Él, si decimos "Te quiero Señor", ocurre algo en nosotros, por lo cual otro, víéndolo, nos dice: "¿Cómo pueder ser así?, ¿por qué eres así?". (...) Y seamos lo que seamos, esto lo puede repetir cualquiera de nosotros, en cualquier estado de ánimo que se encuentre.

viernes, noviembre 10, 2006

La caridad es la vida

Hola amigos.
Ayer estuvimos unos cuantos amigos (moraleja colateral: qué importante es tener amigos así. También es importante tener mujer o marido, hijos, tierras, trabajo, prestigio y viruta en el bolsillo, pero tener amigos así…) en Toledo visitando el hospital de parapléjicos de allí por una amiga nuestra (vid foto, sor Carmen) que va todas las mañanas allí a dar clase.

Una se sus alumnas de 16 años es Melania, que solo puede mover de cuello para arriba desde hace unos meses por un accidente, a quien conocimos cuando estaba probando la silla eléctrica que dirige con la barbilla.

Yo no paré de preguntarme a la vuelta sobre el significado de lo que esa mañana se nos puso delante, de la realidad. Dígase como se quiera pero si para vivir hace falta censurar o pasar de puntillas por alguna parte de la realidad entonces sería mejor haber nacido perro o cualquier otro animal de compañía.

No ha cesado de venirme a la cabeza la vida del santo que algunos de nosotros hemos leído en el libro Por qué la Iglesia (pág.276). Hermann el inválido, del Siglo XI. Nació horriblemente deforme y se decía de él que ni por un instante pudo sentirse cómodo, o al menos, libre de sufrimiento y además los expertos de la época le declararon “deficiente”. Este hombre, por la vida y obras que llevó a cabo, se le llamó “la maravilla de su tiempo”.

La respuesta está aquí, no es evidente pero está. Está, evidentemente, para el que se lo pregunta y busca.
Lo que nos hace polvo (no digamos ya a los cristianos) es nuestro límite. Nos hace papilla porque es como si la vida encerrara una promesa que luego nos encargamos nosotros mismos de machacar. Para nosotros, los cristianos, tantas veces, es peor porque debemos mantener cierta apariencia, seguir siendo cristianos, aunque el límite nos va ganando la partida. Nos volvemos mediocres, con el tiempo nos retiramos y nos conformamos con que la vida vaya tirando deseando que no haya sobresaltos. Nos volvemos escépticos. Decía el cura del hospital que los mayores llevaban mucho peor su límite que los jóvenes, igual que nosotros.
¿Qué hace que nuestro límite no nos gane la partida? Lo mismo que para el amigo Hermann en el SXI: Cristo. Cristo es el abrazo misericordioso que nos arranca literalmente de la nada, de manera que toda nuestra pobreza es incapaz de oponerse a este abrazo, hasta el punto de ser también nosotros una “maravilla de nuestro tiempo” porque a través de nuestra compañía, de nuestros amigos y de nosotros mismos, atraviesa el espacio y el tiempo este Dios hecho carne que nos abraza, y a la vez abraza el mundo entero.

Sí, la Iglesia no está con los sobraos, está con quien necesita este abrazo, está con el hombre-hombre, con el hombre real.