"En efecto, al considerar a Cristo lo concebimos a menudo según nuestra mentalidad -y por tanto, lo reducimos- lo mismo que hacemos cuando decimos a otro: "te quiero" o nos decimos cristianos. Reducimos a Cristo a la medida de nuestra mente, según una sabiduría humana, y reducimos la palabra de Cristo, su mandato, al ámbito de idelaes y de sentimientos de nuestra carnalidad, al ámbito de nuestro amor propio. Reducimos por tanto a Cristo a nuestro modo de concebir y sentir, en vez de convertir continuamente nuestra conciencia a Cristo, en lugar de convertir continuamente nuestra afectividad a Cristo. Daos cuenta: que nuestra conciencia, pensamiento y afecto, nuestro modo de amar, se conviertan a Cristo quiere decir que conciencia y afecto se ven continuamente llevados a donde nunca hubieran pensado, provocados a salir de sus medidas, a abrirse, y llevados a un terreno insospechado.
En vez de cambiar continuamente nuestra medida y convertir nuestra conciencia y afecto a Cristo, tendemos a reducir a Cristo a nuestros cálculos, reducimos la verdad de Cristo y el amor y la caridad de Cristo a la medida de nuestro modo de pensar y de amar.
Recordemos también que el Espíritu no es (tal como todos lo conciben, al menos para mí ha sido así durante mucho tiempo, y es una tentación continua todavía; y como muy a menudo veo que es para otros, al menos como tentación) una luz y una fuerza que agudizan nuestras medidas. Invocar al Espíritu es pedir que nos haga salir de nosotros mismos y penetrar en la profundidad insondable de Cristo, nos haga comprender las medidas de Cristo, por tanto participar del hecho de Cristo, y nada más."
En vez de cambiar continuamente nuestra medida y convertir nuestra conciencia y afecto a Cristo, tendemos a reducir a Cristo a nuestros cálculos, reducimos la verdad de Cristo y el amor y la caridad de Cristo a la medida de nuestro modo de pensar y de amar.
Recordemos también que el Espíritu no es (tal como todos lo conciben, al menos para mí ha sido así durante mucho tiempo, y es una tentación continua todavía; y como muy a menudo veo que es para otros, al menos como tentación) una luz y una fuerza que agudizan nuestras medidas. Invocar al Espíritu es pedir que nos haga salir de nosotros mismos y penetrar en la profundidad insondable de Cristo, nos haga comprender las medidas de Cristo, por tanto participar del hecho de Cristo, y nada más."
Il Vechio (puto amo)
Revista Huellas junio 07
Revista Huellas junio 07
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