Ayer, el día más frío de bocatas de lo que llevamos de curso, un chaval del cole de Nachito se trajo un telescopio para ver las estrellas.
Verdaderamente me sorprendió y les hice un par de fotos con el móvil. Pensándolo luego volviendo a casa no entendía bien por qué me sorprendió aquello, más allá de la novedad de un cacharro nuevo en bocatas.
Esta mañana caía en la cuenta leyendo algo de un amigo:
"El problema es que nosotros vivimos la realidad como si tuviésemos una bolsa sobra la cabeza. Lo damos todo por descontado.(...) Cuando experimentamos que sucede algo que hace que la vida se expanda, dando una intensidad al vivir que no podemos ni soñar, entonces empieza a saltar esta medida de la razón y comenzamos a abrirnos. Cuando empezamos a usar así la razón, no podemos mirar la realidad sin pensar en el Misterio que habita dentro de ella. No porque nosotros la hagamos ser positiva, sino porque no conseguimos reducirla a nuestra medida".
Ciertamente lo del telescopio es una anécdota dentro de la vida y las cosas que suceden, pero leer esto me ha hecho entender por qué me sorprendió ver a dos chavales de colegio con un telescopio dentro de la noche más fría de bocatas. Después de 15 años que llevamos en bocatas no conseguimos reducir bocatas a lo que ya sabemos.
Tirando un poco de este hilo ¿Y si en el resto de las cosas de la vida, el trabajo, los amigos, la familia, el afecto, el dinero, el tiempo, etc, etc, etc, uno dejara abierta la posibilidad de aprender de nuevo cosas ya sabidas?
Ciertamente la vida cotidiana sería una sorpresa continua, una intensidad que no podemos ni soñar dice este amigo nuestro.
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