jueves, marzo 08, 2007

bocatas & cuaresma


Estimado director:
Le escribo por un episodio que me viene de vez en cuando a la cabeza y no deja de conmoverme. Nosotros llevamos más de 11 años en una caritativa llamada bocatas que consiste en repartir bocatas, bebida y algo de ropa a los pobres de Madrid. Actualmente, desde hace unos 5 años, estamos a las afueras del poblado chabolista de las Barranquillas todos los viernes de siete a once y media de la noche.
Hará un par de años conocimos a un amigo yonki que a veces acudía a por droga en pijama y zapatillas de andar por casa, porque se escapaba de casa. Normalmente no tenía dinero y cogía las jeringuillas del suelo para inyectárselas. Había tenido meningitis y andaba muy mal y a veces se caía y pasaba la noche entera tirado hasta que podía levantarse. Una tarde vimos a alguien que se caía en la carretera y fuimos a recogerle. Era este amigo nuestro que ya conocíamos. Hablando con él vio a un amigo nuestro sacerdote y le preguntó que si era kilo. El le dijo que era católico pero de Comunión y Liberación (movimiento al que pertenecemos la mayoría de nosotros). El afirmó ser kilo y estaba contento de estar en medio de otros que pertenecían a su pueblo, a la Iglesia. Uno de nosotros le preguntó que cómo era posible que fuera tan desastre, que estuviera tan mal (seguramente hoy ya no está entre nosotros) y fuera católico. “¿Qué has hecho?” le preguntamos. Él, inmediatamente y levantando la mirada respondió: “Disfrutar” refiriéndose a su experiencia de Iglesia que tenía.
Este suceso me ha hecho entender mucho más cual es la naturaleza del cristianismo y de la conciencia verdadera que señala la Iglesia. Porque uno puede ser un desastre, un gran desastre como le sucedía a nuestro amigo pero tener plena conciencia de que lo que se nos ha dado en la Iglesia es lo más grande que ningún hombre haya conocido jamás: Cristo mismo, Dios hecho carne, Iesu Dulcis Memoria dice un cántico de la tradición de la Iglesia.
Es justo la postura contraria a la que Cristo mismo denunciaba en los fariseos, la de los sepulcros blanqueados, que tenían apariencia de castos y puros pero estaban corroídos y putrefactos por dentro.
Es justo por esta necesidad que yo tengo de convertirme a la postura sencilla y verdadera de aquel amigo por la que agradezco a la Iglesia y a Cristo este tiempo de Cuaresma que me da siempre la oportunidad de reconocer de nuevo, lo más grande que me ha sucedido en la vida: Cristo mismo, su misma Presencia.


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