repartiendo papeo

jueves, abril 12, 2007

Cartas al director

Estimado director:



Le escribimos con motivo de una noticia de la que se vienen haciendo eco a diario los medios que más odian y menos entienden lo que es la Iglesia: el periódico El País y TVE. Esta noticia no es otra que el aviso que el obispado ha mandado a una parroquia de un barrio de Madrid para que interrumpan sus actuaciones como la de repartir rosquillas en vez de formas en las misas que celebran.



Sin llegar a conocer a fondo del caso, existe un factor en juego del que nos queremos hacer eco porque no sentimos particularmente afectados.



Nosotros somos un grupo de amigos que, viernes tras viernes, desde hace más de once años (seis en el poblado marginal de Las Barranquillas a las afueras de Madrid) acudimos a acompañar a los drogadictos que acuden a por su dosis a este barrio marginal de Las Barranquillas muy cercano a la Parroquia de Madrid tan discutida.



La cuestión que no acabamos de compartir es la ecuación que se insinúa continuamente de que el amor y el servicio a los pobres, a los más pobres y desesperados, coincide con el odio a la jerarquía eclesial y en este caso particular al cardenal de Madrid D. Antonio Mª Rouco.
Lo que nosotros hemos descubierto, con sorpresa, en la Iglesia es que el corazón del hombre, donde se guarda lo más preciado que tiene que es el deseo de la vida, la libertad, el ansia por vivir, por disfrutar, por entender, porque se haga justicia, ese corazón que tiene todo hombre por el mismo hecho de serlo, está hecho para algo muy grande. Nosotros lo llamamos deseo de infinito, de plenitud, un deseo que habitualmente es maldecido o censurado porque hace que todo se nos quede pequeño, sin que nada en esta tierra pueda satisfacernos. No somos, por tanto, cristianos por obligación o por un estúpido fideísmo, sino porque nos hemos encontrado un inicio de respuesta a este corazón en la Iglesia que es la Presencia de Dios en la tierra. Amamos a Cristo presente en la historia a través de la Iglesia por esta razón.



Nuestra inmensa sorpresa realizando esta caritativa ha sido el caer en la cuenta de que precisamente este corazón, este deseo de infinito, también lo tienen los más pobres y desesperados entre nosotros: drogadictos, chulos, putas, traficantes, grandes ricos que acuden al poblado a pillar con sus porches, BMVs o mercedes, desesperados, esquizofrénicos, alcohólicos, locos y toda clase de personajes desesperados que nos hemos ido encontrando.



Si es verdad que sobre todo les define este deseo, también debe ser adecuada la respuesta que nos hemos encontrado en la Iglesia. Presamente esa es la propuesta que les hacemos a través de un rato de charla con ellos, de una comida y algo de beber, de unas canciones que cantamos con ellos o del Ángelus que siempre rezamos en medio de la caritativa con ellos.



Nosotros, por consiguiente, estamos absolutamente agradecidos a nuestro obispo de Madrid porque es la carne que asegura la presencia verdadera y constante de Cristo entre nosotros. Sin ese vínculo, nos perderíamos en mil interpretaciones y acabaríamos asimilados a una de las muchas de ideologías que dominan el mundo.



Desde aquí, por tanto, renovamos nuestra adhesión y estima a un hombre, D. Antonio Rouco que, gracias a su sí dado y renovado a la Iglesia, hace que todos los que vivimos en Madrid (y principalmente los más pobres y desesperados) podamos de nuevo encontrarnos con el hecho (o la mutación por utilizar la terminología de Benedicto XVI) más grande que jamás haya sucedido en la historia del hombre: Cristo, Dios hecho carne.




Grupo de amigos de bocatas
http://bocatas.blogspot.com/


domingo, abril 08, 2007

La razón de este blog

Sophie Scholl & Cia

Mail:


Verdaderamente no existe nada, nada en este mundo que colme el corazón y el deseo. Nosotros pensamos que sabemos la respuesta pero ni siquiera eso vale. Es más, parece que exaspera el deseo y la tristeza. Cuando decimos que no existe nada deberíamos ser serios con lo que decimos. NO EXISTE NADA en esta tierra que colme al hombre. También eso lo percibo yo con muchísima fuerza, tal vez mucho más que antes. Jairo también lo dijo: no te preocupes porque ya está muerta, no existe nada que satisfaga lo que yo deseo. Eso es lo que me sorprendía de Jairo, que le decía al Señor que no existía nada. También nosotros, aunque sepamos que existe el Señor, se lo decimos..No existe nada Señor que se pueda hacer. Yo también se lo digo.


Porque lo que va después es un milagro, no es la consecuencia de lo anterior. Es algo extraordinario. Resucitar a la hija de Jairo no era la consecuencia normal de que Jairo se encontrara con Cristo y que fuera bueno o tuviera fe. Ya estaba muerta. Lo inaudito, lo extraordinario fue lo que hizo Cristo, no lo que hizo Jairo. Fue una respuesta inesperada e inaudita, extraordinaria, sin antecedentes, sin lógica ni razón.


Y también para nosotros es igual. El gran milagro, la gran sorpresa en la vida, lo extraordinario, lo que no entra ni entrará jamás en medida humana alguna, lo incomprensible, lo improbable, es que Cristo suceda, que exista alguien así de poderoso. Eso es un milagro. Tan es un milagro que o expulsamos a Cristo de la realidad porque la leemos sin este factor o caemos en un automatismo donde ir a misa, los oficios o el viacrucis es, como mucho, sumarse a la gran masa.


Por eso no existen recetas en la vida. La vida consiste en el libre juego del corazón que desea todo frente a la realidad. No existen redes ni refugios. No existen. No somos mejores que los demás, no somos diferentes que los demás. NO.


Y lo increíble e inaudito, dentro del libre juego de la persona frente al mundo, frente al día a día, a las relaciones, al trabajo, a la frater y al muvi, lo más increíble de todo, lo más extraordinario de todo es que suceda de nuevo esta Presencia que cuando uno la reconoce es el más feliz del mundo. Pero eso es YA un milagro, algo que es pura gracia, no producto de nuestra voluntad, ni de nuestro deseo, ni de nuestra manera de pensar. El verdadero milagro es que exista alguien así y que se te ponga delante.


El salmista dice “¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Mis lágrimas son mi pan día y noche, mientras todo el día me repiten ¿dónde esta tu Dios?”. Unos cuantos miles de años después la pregunta sigue siendo la misma. Y yo no quiero ni puedo saltarme esta dinámica ni ahorrársela a los demás.


Por todo esto persigo, miro, dedico todas mis energías, duermo y como y vivo por seguir el camino de mi corazón y pedir este milagro de la respuesta. Por eso, cuando sucede, me sorprende y acabo agradecido. E intento contárselo a los demás, porque esta es la esperanza: que le suceda a alguien. Si te sucede a ti es una esperanza para mí y para todos. Si no lo comunicas, si no cuentas cuando te sucede, habrá menos esperanza en este mundo y más desesperación y más tristeza y más mal.


¿Sabes? Todos nos contamos la primera parte, la tristeza de la vida, la imposibilidad que somos de darnos una respuesta que nos satisfaga. Pocos dan testimonio cuando la encuentran.